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lunes, 20 de abril de 2015

Lo que queda del muro

Para los que han seguido nuestras andanzas acá en Berlin saben que tuve la suerte de llegar a tiempo a la celebración del 25 aniversario de la caída del Muro de Berlin. Al ser un aniversario cerrado se hicieron muchas actividades, y se exaltó esta historia la cual yo había escuchado de forma distinta en Cuba. Aún cuando en medio del frío había gente cantando en la calle para vivir y otros pidiendo limosnas vi con mis ojos un ambiente generalizado de carnaval, de alegría, no vi a nadie en la calle ni en la televisión queriendo levantar la pared divisoria de nuevo.  Toda la historia del muro, desde su construcción hasta su caída, es una de las atracciones turísticas más fuertes de la ciudad.

El primer encuentro con la historia poco conocida en Cuba fue en una preciosa exposición en el mismo centro comercial y de pujanza capitalista de Berlin, Postdamer Platz. Con fotografías, videos, paredes del muro, alambres de púas y vallas de no acceso, recreaba lo que significó ese muro para los alemanes. La historia contada en esta exposición puso en tela de juicio muchas teorías acuñadas como ciertas en mi vida y fue el primer indicio de que tenía que buscar mi propia verdad al respecto.

Sobre el segundo encuentro con el muro, me venció la falta de inspiración y no conté el recorrido hace algunas semanas por Check Point Charlie. Este lugar con nombre muy sonoro es la visita obligada de los turistas norteamericanos en esta ciudad: era la puerta de entrada a la sección estadounidense durante los años que duró la división y la guerra fría. En Check Point Charlie se recrea -con toda la fanfarria posible- el paso a la sección americana. Se mantuvo la garita y hay muchachos vestidos de soldado con banderas de ese país que se tiran fotos con los visitantes. En esa cuadra se venden muchos souvenir de lo que fue la historia del muro -incluidos pedacitos del muro- y ondean banderas de las potencias dueñas de Berlin, incluyendo la bandera roja con la hoz y el martillo. Para hacer ya tributo completo a la exaltación estadounidense del lugar hay un Mc Donalds, con buena cantidad de clientes haciendo cola, cosa bien rara por estos lugares.

En Check Point Charlie hay además una exposición fotográfica permanente de los años de la guerra fría, donde aparecía la crisis de los misiles en Cuba como uno de los momentos cumbres. Ya pensábamos que con este sitio teníamos suficiente con el muro pero esta semana hicimos otro hallazgo, mucho más placentero.

En una zona de la ciudad llamada Friedrichshain se conservó un poco más de un kilómetro del muro para crear la llamada Galería del Este. Está dedicado al arte urbano contemporáneo y participaron más de 100 artistas. A ambos lados de lo que fue la pared divisoria hay obras exaltando la libertad y la paz, el mundo y sus grandes contradicciones. Dentro de las obras a destacar hay una dedicada al famoso beso en la boca entre entre los líderes comunistas Erich Honecker, de Alemania Oriental y Breznev, de la Unión Soviética, durante el 30 Aniversario de la República Democrática Alemana en Junio de 1979, llamada "El Beso de la Muerte" pintada por Dimitri Vrubel debajo hay un cartel que dice "Dios, ayúdame a sobrevivir a este amor letal".

Por la parte oeste de esta gran obra de arte colectiva está la rivera del río Spree. Aquí el puente Oberbaumbrücke con sus torres de ladrillos rojos es un verdaero encanto. La gente se sienta en el césped en esta época de primavera como los pollitos a coger sol, a leer, a hacer picnic, tomar cerveza, a conversar y a romancear. En el río Spree hay varado un hotelito flotante, que tiene pinta de ser un maravilloso espacio para consumar cualquier escape emocional.

Del lado este (la exsoviética) está el centro O2 World, sede de eventos deportivos y artísticos, viene a ser el coliseo berlinés. También está una sede del emporio comercial de Mercedes Benz, precioso e imponente edificio, con su logo girando en lo alto y una agencia de ventas en el primer piso.

Caminamos por ambos lados del muro, recreamos la vista con las obras, disfrutamos el sol, el aire puro y fresco. Pudimos abrir nuestros abrigos y exponer sólo nuestra primera capa de ropa, inimaginable sentimiento de alegría veraniega este de poder abrir el abrigo en la calle sin morir congelado.

En el mundo hay, como bien escribió Eduardo Galeano, muchos muros que deben caer. Muchos muros en los que murieron y siguen muriendo anualmente muchas personas más que las que murieron en toda la existencia del muro berlinés cuya caída fue tan difundida en el mundo, mientras se guarda silencio de que siguen ocurriendo en otros muros. Y se preguntaba Galeano ¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?

A lo que he vivido, yo también voto por un mundo sin muros: los muros frenan, causan dolor, separan. También pensando ya en el orden personal, definitivamente es mejor derribar nuestros muros internos que pasar la vida entre ellos temerosos y atrapados. Ya me dirán ustedes.

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